miércoles, 24 de febrero de 2010

Galgos en campo.

En las rastrojeras del entorno de la localidad de Rielves se celebran estos días, con dificultades climatológicas que ofrecen compás de espera en la programación de las carreras, la presente edición del Campeonato de España de Galgos en Campo. En los principios, la prueba debería haber tenido lugar en los correderos de Andalucía, pero como la lluvia se ha empleado a fondo por aquellos lares, anegando los campos, pues se traslada a territorio toledano el certamen que ya se encuentra en el apartado de las semifinales.
El espectáculo cinegético de dos galgos desplegando su fogosidad e ímpetu tras la orejuda que defiende la vida con el apoyo de su velocidad, cuenta con una afición fiel y multitudinaria que siempre acude con entusiasmo para presenciar la calidad de sus galgos favoritos.
El reglamento es muy estricto, ya que la carrera debe ser limpia, sin alteraciones en el envite perseguidor que pueda beneficiar a los canes, y cuando alguno de ellos no se somete a las normas, por cansancio o estar resabiado en estos menesteres, los jueces a caballo eliminan de inmediato al que adultere, buscando ventajas, la seriedad del certamen.
A veces, la liebre suele encontrar el perdedero que posibilita su salvación ante el aliento de los galgos que la persiguen, pero también en ocasiones, el ataque final de un perro entregado en el despliegue de sus facultades, se lleva en la boca la rabona que no estuvo inspirada para salir airosa del lance. Pero la presa tiene siempre la oportunidad de poder salvarse, porque es más ágil para poner distancia con sus adversarios naturales, introduciendo variantes en la carrera a su favor que despistan y agotan a los competidores.
Y cuando las rastrojeras están encharcadas por la lluvia, como ahora ocurre, el mínimo peso de la liebre la permite prácticamente volar sobre el terreno, mientras que los perros pierden prontitud y energías cuando sus patas afrontan el barro de los correderos. Esto es un deporte de ennoblecidas características, que permite el seguimiento de virtudes altamente competitivas, donde a la celeridad en la huida de la pieza, se une el ardor de dos perros que salen de la collera como relámpagos, una vez que el silbato del juez ordena al soltador dejarlos libres, para la aventura emocional donde sobresalen los mejores.
Por ello, si puede y el tiempo ayuda, dénse una vuelta por los correderos de «Canillas Altas» en Rielves, para poder disfrutar de la verdad de un contienda que deja huella en los mejores recuerdos deportivos.

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