Publicado ayer en ABC Toledo por José Ponos, quien habitualmente viene reconociendo a los galgos y a los galgueros y la línea que defendemos de que la mayoría de los maltratos son de perros robados y demuestra conocer el mundillo de la caza con galgos en campo. Olé por él.
"El galgo es un animal bello y estilizado que, dicen, procede de los tiempos de los faraones egipcios, y que goza de mucho ambiente en los espacios cazadores de las amplias rastrojeras de la España de interior. Suele ser cariñoso y pacífico, y tan sólo saca a relucir su instinto depredador cuando inicia la persecución tras la liebre que es principal objetivo de sus inquietudes cinegéticas.
En Toledo suman número, porque existe una sana afición hacia estos canes que se preparan para competir en las diferentes pruebas de la especialidad al aire libre. Criar un buen galgo, con opciones al título, cuesta muchos sinsabores y dinero, porque deben ser entrenados y alimentados adecuadamente para que por velocidad se alcen con la victoria, una vez que se sueltan de la traílla al ser descubierta la rabona en el limpio horizonte.
Los galgos de calidad también son protegidos por sus dueños, porque al mínimo descuido intervienen los amigos de lo ajeno y los roban, para uso y disfrute en aquellas fincas donde les apetece furtivear a la mínima de cambio. Y estos ladrones, una vez sacado el producto y la rentabilidad del perro en la captura de orejudas, pues los hacen desaparecer para no dejar huella de su paso por las manos de los malhechores.
El auténtico aficionado mima al perro que cría con las máximas atenciones, y como pasa a formar parte de la familia, difícilmente es cruel con él, aunque haya perdido velocidad y corazón para ganar títulos y competiciones. Se le suele destinar a la reproducción, donde se cotizan espléndidamente los cachorros de estos soberbios animales. Y si no hubiera destacado en el intento, pues se convierte en un compañero que ayuda a pasar momentos agradables con su cercanía.
Los que en una actitud hostil y vergonzante ahorcan a los galgos cuando ya no les interesa, suelen ser en la mayoría de los casos los mismos que les robaron en su día, para sacarles el máximo rendimiento en sus correrías de furtivos, y de ahí que no pueda considerarse por igual a todos aquellos aficionados que aman la belleza del galgo y al que suelen proteger hasta el fin de sus días, y tratar de compararlos con los «sinvergüenzas que no tienen corazón», según denuncia la baronesa Thyssen, Carmen Cervera.
La autoridad especializada conoce muy bien quienes practican la eliminación de los canes cuando ya no les sirven, pero es difícil pillarlos en el momento de ejecutar su muerte y reunir las pruebas suficientes para que sean puestos ante la justicia. Pero conviene destacar que mientras unos maltratan a los galgos, otros les cuidan, porque el perro de ojos tristes se deja querer sin pedir nada a cambio.
Volviendo la vista atrás, uno recuerda a un pintor suizo, Gamper Aroldo, que vivía en Toledo y que solía moverse por la geografía urbana embutido en una capa, teniendo como fiel compañero de correrías a una galga negra de nombre «Brujas»."
En Toledo suman número, porque existe una sana afición hacia estos canes que se preparan para competir en las diferentes pruebas de la especialidad al aire libre. Criar un buen galgo, con opciones al título, cuesta muchos sinsabores y dinero, porque deben ser entrenados y alimentados adecuadamente para que por velocidad se alcen con la victoria, una vez que se sueltan de la traílla al ser descubierta la rabona en el limpio horizonte.
Los galgos de calidad también son protegidos por sus dueños, porque al mínimo descuido intervienen los amigos de lo ajeno y los roban, para uso y disfrute en aquellas fincas donde les apetece furtivear a la mínima de cambio. Y estos ladrones, una vez sacado el producto y la rentabilidad del perro en la captura de orejudas, pues los hacen desaparecer para no dejar huella de su paso por las manos de los malhechores.
El auténtico aficionado mima al perro que cría con las máximas atenciones, y como pasa a formar parte de la familia, difícilmente es cruel con él, aunque haya perdido velocidad y corazón para ganar títulos y competiciones. Se le suele destinar a la reproducción, donde se cotizan espléndidamente los cachorros de estos soberbios animales. Y si no hubiera destacado en el intento, pues se convierte en un compañero que ayuda a pasar momentos agradables con su cercanía.
Los que en una actitud hostil y vergonzante ahorcan a los galgos cuando ya no les interesa, suelen ser en la mayoría de los casos los mismos que les robaron en su día, para sacarles el máximo rendimiento en sus correrías de furtivos, y de ahí que no pueda considerarse por igual a todos aquellos aficionados que aman la belleza del galgo y al que suelen proteger hasta el fin de sus días, y tratar de compararlos con los «sinvergüenzas que no tienen corazón», según denuncia la baronesa Thyssen, Carmen Cervera.
La autoridad especializada conoce muy bien quienes practican la eliminación de los canes cuando ya no les sirven, pero es difícil pillarlos en el momento de ejecutar su muerte y reunir las pruebas suficientes para que sean puestos ante la justicia. Pero conviene destacar que mientras unos maltratan a los galgos, otros les cuidan, porque el perro de ojos tristes se deja querer sin pedir nada a cambio.
Volviendo la vista atrás, uno recuerda a un pintor suizo, Gamper Aroldo, que vivía en Toledo y que solía moverse por la geografía urbana embutido en una capa, teniendo como fiel compañero de correrías a una galga negra de nombre «Brujas»."
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